Parece imposible no perecer intentando desentrañar este laberinto sin salida en el que nos ha metido el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, al pedir la imputación del vicepresidente y líder de Podemos, Pablo Iglesias, por la pieza Dina. La resistencia conservadora a los cambios es comprensible, pero el fin no justifica los medios; ningún medio, por poderoso que sea éste y por muy elevada que considere su causa, llámenle monarquía, unidad de España o sexo de los ángeles.