Lo peor de todo es que nadie en concreto tiene la culpa; la tienen todos, incluso tú. Los atascos son la escenificación gráfica más accesible de la teoría del caos. Se presume que hay un conductor desencadenante. Alguien, de pronto, a mucha distancia, frena. ¿Motivos? Las intersecciones, carriles de salida, las rotondas: los coches no superan estos obstáculos de manera coordinada, hay segundos de espera innecesarios que se acumulan y se multiplican coche a coche, con frenadas cada vez más largas, hasta encasquillar el tráfico.