Diríjete a la cocina, abre tu refrigerador y armarios, y saca todo lo que sea de plástico. Bolsas de pasta, arroz (o quinoa), botellas de aceite de oliva o salsa de soja, bloques de queso, cartones de leche y zumo, envoltorios de carne y pescado, bolsas de espinacas, dos paquetes de aguacates, tomates cherry, hierbas y frascos de especias, botellas de líquido lavavajillas, esponjas (los paquetes y, a menudo, la propia esponja). La lista continúa, y eso es solo una habitación. Está bien, ¿no? Porque reciclas. O así sigue la historia...