Las vicisitudes de la vida me trajeron a Mogadiscio, capital de Somalia, uno de los países más inestables y pobres del mundo, con más de 30 años de guerras a sus espaldas. Aquí trabajo como médico de emergencias para una misión de pacificación de la ONU. Muchos huyen de ser niños soldados, de ser mujeres esclavas, de ser extorsionados para inmolarse, de ser perseguidas por ir al colegio, de ser mutiladas, torturados, de la hambruna.