Viví durante años el largo proceso de construcción del “buenismo”, o lo que es lo mismo, los veintitrés años del monopolio de Jordi Pujol y su Sagrada Familia, algo único en la historia de España desde la muerte de Franco. Un conjunto familiar mucho más amplio que lo consanguíneo y donde pululaban todo tipo de individuos a los que daba de comer, y muy bien por cierto, tanto que la gastronomía catalana vivió su momento de gloria perifrástica. ¡Somos los mejores, no sólo de España y su meseta, sino en todo el planeta rico y establecido!