En 1969 ser homosexual en Estados Unidos era ilegal. Ser pillado con las manos en la masa podía llevarte a la cárcel, acusado de ser un psicópata sexual, o podía ser aún peor. Podía suponer acabar en una institución mental con el cerebro frito por los electroshocks, esterilizado, castrado y, en algunos casos, incluso lobotomizado.