(...) Refiriéndose al escrache, entonces una cosa nueva, hablaban de 'jarabe democrático' porque a la clase política corrupta y autoritaria no había que darle margen ni en su propio domicilio. Había que politizarlo todo, lo personal ya no era íntimo, sino político, y se dedicaron a promover a cualquier fanático que te dijera que eras un monstruo por escuchar a Calamaro. Con su paranoia delirante, convirtieron los gustos, la vestimenta, la cultura y los gestos en alegatos de postura política. No había manera de escaparse.