...y resistiendo la inercia de un país a la deriva quedan las familias atrapadas que oyen, callan y esperan que, haciendo ellos bien las cosas, todo se arregle igual de rápido que empezó a desmoronarse. Los he visto hoy en Balmes, pero no gritando, sino silenciosamente indignados, acompañando a los niños al cole, abriendo las tiendas, descargando camiones de reparto, a pesar de todo, con prisas, miedo, faltos de sueño y onerosas pagas. ¿Cómo detenerse a dar respuesta a esas demandas que hacían hoy los bien comidos contertulios de la radio?