Castellón, octubre del 2009. Casi a la misma velocidad con la que las inmobiliarias cerraban sus puertas las tiendas de compraventa de oro crecían como la espuma. Primero fue en Castellón, donde en poco tiempo se pasó primero de 8 a 40, pero el fenómeno acabó extendiéndose por la provincia: Vila-real, Burriana, Vinaròs, Benicarló... y así hasta contabilizar más de 70. Pero cuatro años después de aquella eclosión, la llamada burbuja del oro está empezando a pinchar. El negocio pasa de moda.