De pronto un buen día el calvo forzudo con obsesiones de limpieza extrema cambió de nombre. Así, sin más. ¡Paf! ¿Cómo era posible que una marca tan asentada como Mister Proper renunciase a su nombre? ¿Qué extraños misterios se escondían detrás de esta decisión de empresa, con lo que cuesta consolidar un nombre de marca? ¿Serían cuestiones de propiedad? ¿Les habría denunciado alguien que tenía registrada esa denominación? Qué va, la cosa va por otro camino, un camino curioso, con visos de leyenda urbana, pero absolutamente cierto...