A la gente le encantan los símbolos. Fotos, iconos, banderas, escudos… están por todas partes. La gente no se compra un iPad, una Harley o una prenda de Ralph Lauren o Lacoste porque lo hayan pensado tras un cuidadoso análisis de materiales, prestaciones, durabilidad y calidad/precio: se las compra porque representan algo. De la misma manera, todo el mundo tiene símbolos ideológicos (banderas, personajes históricos, documentos…) que adora o aborrece. Y, por eso mismo, todos los regímenes políticos buscan asentar su legitimidad en símbolos.