La llegada del ministro Iñigo de la Serna, creó grandes expectativas. Era joven, buena presencia, verbo fácil… y la ciudadanía intuyó, que comenzaba una regeneración de la actual nomenclatura del Partido Popular y parecía que el vacío político que había dejado en el ministerio la incombustible Ana Pastor, quedaba cubierto con amplitud, incluso en el mundo profesional, se decía haber ganado un cierto prestigio, ya que el nuevo hacedor, tenía una prestigiosa ingeniería la cual le daba al ministerio una pátina de brillantez.