Cortarte una mano. Improbable, sí, pero factible. Podría ocurrir. Zas, adiós mano. Estas cosas pasan. Te queda el muñón, con un inimaginable dolor y un chorro de sangre saliendo al ritmo de lo que tu corazón bombea. Y sí, es como en las pelis: la sangre saldría como una especie de géiser mientras tú buscas tu mano que yace inútil en el suelo. Y no, eso es lo que no debes hacer. Lo que debes es centrarte en tu brazo, en lo que queda de él, y evitar desangrarte en, aproximadamente, quince segundos. No es fácil, no.