En Londres se sienten muchas cosas. Digo “sentir”, que es aprender con la tripa. Entre su tumulto, sus callejuelas oscuras, sus chimeneas recortadas contra la noche, su ladrillo marrón de moho verde y su suma abigarrada de gente imposible se siente el proceso digestivo de la humanidad: la lucha entre tradición y modernidad, frivolidad y compromiso, individualismo y asociacionismo, sueño y supervivencia, y un millar de otras pequeñas y grandes luchas.