La evidencia de la instrumentalización política del feminismo y del maltrato por parte de la izquierda la hemos tenido delante de nuestras narices, pero nos hemos negado a reconocerlo quizá sometidos al yugo de una corrección política mal entendida. Esta inacción ha tenido como reacción la aparición de un movimiento contestatario de derechas, que ha decidido confrontar a la izquierda en su mismo terreno, que es el de los maximalismos, las pancartas, las arengas y el espectáculo, pero esta vez desde postulados negacionistas.