El software de compresión de ficheros ha ido perdiendo importancia. No es de extrañar: nuestras conexiones, dotadas cada vez de mayor ancho de banda, y nuestros servicios en la nube, dotados cada vez de mayor espacio de alojamiento, convierten la compresión en algo innecesario en la mayoría de los casos. Pero hace unos años, en la década de los 90, hubo una guerra de formatos durante la que tuvieron protagonismo otras extensiones de archivo menos conocidas, como .ACE, .BZ2, .LHA, .LHZ, .LZW, .ARC, .ZOO o nuestro protagonista de hoy: .ARJ.