La llaman, “52”, que no es tanto un nombre como una medida, debido a que esa es la frecuencia, en Hertz, de su llamada eléctrica. Se dice que la ha hecho, sin recibir respuesta, durante años. El problema: otras ballenas, literalmente, no están en su frecuencia. Quizá puedan escucharla, pero sus canciones son tan diferentes a las suyas que no la entienden y nunca responden.