Leo asombrado la insurrección de vecinos murcianos contra el AVE. Quemando contenedores y todo. Qué cosas, aquí, en Castelló, llorando, suplicando, mendigando, engañados, timados, embaucados desde hace muchos años –más de dos elecciones generales y autonómicas– y ahora orando de rodillas para que dejen de hipnotizarnos, de darnos por donde la espalda pierde su casto nombre hacia abajo y que de una vez por todas llegue el AVE. Castelló y yo somos así, ¿señora? No, señores poderosos que hacéis con nosotros lo que os da la real gana.