Responsabilidad que las ansias imperialistas de las grandes potencias —sobre todo Alemania y el imperio austro-húngaro— tuvieron para que estallara la guerra mientras los europeos, ajenos a todo, literalmente disfrutaban de la playa. Guillermo II, el káiser alemán, y Francisco José I, el emperador austro-húngaro, fueron los verdaderos hacedores de esa cadena terrible de acontecimientos que llevó a que cuatro años después hubiera nueve millones de soldados y siete millones de civiles, muertos.