Samra Kesinovic trató, sin suerte, de abandonar el califato. Como ocurre con muchas otras jóvenes que abandonan Europa para unirse a las filas de los yihadistas, Samra, de 15 años, llegó al Raqqa y todo aquello que le dijeron era mentira. Su vida se volviá negro, del mismo color que el burka que vestía todos los días. Los días, largas, igual que las cuatro paredes de las que no podía salir. Trató de escapar varias veces, pero una de las últimas, los bárbaros de Estado Islámico la encontraron en su huida y la mataron.