“¿Conoces a Keller?“, creo que me dijo, ya muy tarde, casi al despedirnos una de esas noches de invierno donde llueve a mares y no apetece acostarse. Y entonces mencionó una dirección que apunté por algún lado, mientras me hablaba de “chelos” y música estereofónica de principios de siglo, del destino de los músicos bohemios que murieron de soledad y absenta y sin embargo supieron resucitar tan rápido en la fascinación de otros jóvenes románticos que se atrevían a seguir ese camino aunque pudiera parecer que ya no tiene salida en este mundo.