El terrible goteo de muerte y sufrimiento que hemos vivido ha creado un trauma colectivo agravado por el cruel confinamiento y por el depresor martilleo del sensacionalismo mediático, creador de una imagen distorsionada del SARS-CoV-2. Asimismo, algunos especialistas han trasladado unos niveles de incertidumbre innecesarios al desacreditar, con un empirismo desmesurado, aquello que no estuviera “comprobado” (casi todo en una enfermedad nueva) y equiparar constantemente, quizá por impericia estadística, lo posible – aun de probabilidad remota –