La fulgurante carrera que a comienzos del siglo XX tuvo un carpintero llamado William Hope. Se ve que el noble oficio de la ebanistería no le aportaba al pobre William demasiados chelines, así que se tuvo que buscar la vida para ganarse los cuartos de otro modo. A su alrededor, veía gente que lloraba a sus muertos, familias enteras desesperadas por una señal sobrenatural proveniente de sus difuntos que les dijera: “tranquilos, estoy en paz, he visto la luz”. Y claro, ante semejante nicho de mercado inexplorado, no es raro que el antiguo...