Después de protagonizar un Hillary Clinton a la española o un Susana Díaz a la derecha, Soraya Sáenz de Santamaría ha hecho lo que ni Hillary ni Susana tuvieron arrestos de hacer: un harakiri político con todas las consecuencias. Bueno, lo que se dice con todas no, porque seguramente acabe en el consejo de administración de alguna gran empresa. Lo habitual en un político que toma la puerta es que empalme directamente con otra puerta giratoria, aunque a Soraya tampoco le iría tan mal retomando su puesto como abogada del Estado.