TE ACABAN DE VENDAR LOS OJOS. Tus cejas sienten el roce de una piñata que se balancea. Coges un palo. Lo aprietas. Tras varios intentos al vacío, consigues por fin golpear la piñata con toda tu furia. Hay un ruido. Te quitas la venda. Y todo negro. Te frotas los ojos, y todo oscuro. Y esperas, y miras, y esperas, esperas, y observas y ves, ahora sí, como algo empieza a desperezarse lentamente, se mueve, lo negro que se va despertando, respira, se ahoga, respira.