Desde que entró en vigor la LOMCE, los docentes se sienten sepultados por una burocracia interminable que, afirman, les quita muchas horas de la que debería ser su responsabilidad principal: enseñar. Las programaciones didácticas, con sus objetivos, contenidos, competencias, criterios de evaluación y estándares de aprendizaje; las pruebas externas de evaluación (las ínclitas reválidas) y los exámenes propios del centro; en otros años, los currículos; justificar los fondos europeos y las bajas de docentes...