(...) Y entonces se hizo la luz: apareció la cultura. Nuestro cerebro evolucionó y aparecieron las funciones cognitivas superiores y, con ellas, el sentido moral. Aparecieron principios de justicia, igualdad, generosidad... El hombre se domesticó y se hizo bueno; llegó el contrato social hobbesiano, un pacto en el que renunciábamos a nuestra naturaleza animal agresiva para abrazar lo puramente humano. Llegó el superego, las normas sociales, la cooperación, culminando todo el proceso en el acto moral supremo: la Declaración Universal de Derechos Humanos. Lo cultural es racional, inteligente, preciso, refinado, flexible, creativo. Todo mentira. Frans de Waal, desde una perspectiva puramente darwiniana, nos pone en alerta ante este esquema simplificador y lastimosamente erróneo.