De vez en cuando, trozos de vida se cuelan entre las noticias de sucesos, las páginas de sociedad o las cartas al director de los periódicos, como hace poco un estremecedor relato sobre nuestro estado de malestar. Tras ellos, distinguimos la desilusión amarga, la contestación efímera, la indiferencia abatida o el resentimiento airado. Pero son voces apenas audibles que se apagan pronto, convirtiéndose en el ruido de fondo de nuestras sociedades, en los susurros, los rumores y murmullos que apuntan a un descontento difuso, pero constante.