Un estudio de una universidad sueca habla de un efecto positivo para los cólicos. Los padres lo sabemos: pocas cosas hay más desesperantes que no poder consolar a un niño de tres meses que solo llora y uno ya ha agotado la posibilidad de hambre, frío, sed, sueño y solo le queda la opción del temido cólico. Es en ese momento cuando uno, como progenitor, recurre a cualquier artimaña: mecerlo boca abajo con un paño en la tripa a 33,5º, llevarlo de paseo en orientación oeste-este por la acera impar, ponerle películas de Van Damme..