Una de las quejas más frecuentes sobre muchas ciudades americanas es que son un desierto fuera del horario de oficina. La rutina de la ciudad es atascos para entrar de siete a nueve de la mañan, oficinas llenas y cierto bullicio, y atascos para salir de tres a seis, cuando todo el mundo se marcha a casa. Por la tarde y por la noche, calles y edificios vacíos, todo cerrado, y ni un alma por la calle. En los años cincuenta y sesenta, los planificadores de este país se obsesionaron con crear barrios y núcleos urbanos especializados en un solo uso.