Conclusión: enseña a tus hijos a hablar con Dios desde su más tierna infancia. No es mala idea que lo hagas tú también porque nadie da, ni enseña, aquello que no tiene. Recuerda que orar es hablar con Dios... y que Dios siempre responde. En definitiva, que recen desde la cuna porque su interlocutor es el único que podrá protegerle cuando crezca, protegerle de la muerte espiritual súbita, que es el grupo de desesperanza que rige el actual universo adulto. Enseña a tu hijo a hablar con Dios, a rezar de continuo, desde la edad más temprana