Raimi y Campbell supieron venderse haciendo que la cinta fuese estrenada en el cine de su barrio (un local famoso por proyectar cine de terror), imprimieron ellos mismos las entradas y hasta alquilaron una ambulancia, en previsión de que algún espectador pudiera ser víctima de la emoción. Aquél detalle corrió de boca en boca y vendieron más de mil entradas para su première; si tenemos en cuenta que el cine tenía mil quinientas butacas, fue un buen baremo. Poco tiempo más tarde, en el Festival de Cannes...