El destino le ha llevado la contraria a María Jiménez. Ella, echando mano de unas artes adivinatorias, hoy fallidas, vaticinó que “no voy a morirme hasta el 2045”, en una entrevista con su amigo Bertín Osborne. Y hablaba con el semblante tan serio que uno se lo creía sin dudar de sus palabras. Era tajante y se convencía a sí misma de sus vaticinios. Sincera y directa, siempre expresaba lo que le venía a la cabeza, y muchas veces traspasaba los límites, seguramente, sin darse cuenta del negativo balance de sus afirmaciones.