Entre 1990 y 1991, un análisis radiométrico reportó la presencia de los isótopos radioactivos Cs-134 y Cs-137 al oeste de las islas Canarias. Fue un descubrimiento al que rápidamente se le asignó un origen demasiado evidente: Chernóbil.
Pero, a pesar de la estrecha relación que guardaba el accidente nuclear de Chernóbil y los isótopos radioactivos de Cesio, lo cierto es que los investigadores no pudieron explicar entonces cómo se había desplazado más de 4.600 kilómetros hasta depositarse en las islas Canarias.
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