El hallazgo de una supuesta nueva especie de homínido, el Homo Naledi, ha estado rodeada de polémica desde el principio. Anunciada como revolucionara, la oposición a sus tesis pareció tener su origen en los celos profesionales de otros paleoantropólogos. Una situación que recuerda a lo ocurrido al propio Charles Darwin, o al descubridor de la primera especie que anduvo erguida, la de los australopitecos. Y que parece indicar que hoy los científicos necesitan, además de tener razón, buenas dosis de publicidad y relaciones públicas.
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