El tema está en que yo nunca fui un gran defensor de que la unión civil entre dos personas del mismo sexo se tuviera que llamar a la fuerza «matrimonio» (sinceramente, me la pelaba bastante) hasta que los fachirulos, los salva patrias, los bertineses osborneses, los toreros heroificados y demás subespecies de desviados sexuales comenzaron a hacer campaña sobre el tema.
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