El primer ministro de Turquía encontró en las redes sociales un demonio que no podía controlar. El fantasma de Erdogan recorre ahora las intenciones de la caverna política, cultural y mediática en nuestro país. La capacidad autónoma de utilizar las redes sociales para organizarse, para compartir opiniones y difundir ideas, representa sin duda un problema para quienes tratan de acallar cualquier disidencia contra el régimen de la servidumbre.
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