En 2011, en la Universidad de Yale, los informes revelaron una "cultura de silencio" en la administración en torno al acoso sexual, una cultura nacida del temor de que los casos dañarían la reputación de la escuela. Para las universidades "prestigiosas", cualquier tipo de investigación no es una experiencia de aprendizaje, sino una amenaza potencial para su seguridad financiera. Como escribió Caroline Kitchener en The Atlantic, "más transparencia significa más víctimas registradas".
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