Mirar al cielo en una noche sin Luna, observar a simple vista la Vía Láctea, las estrellas, planetas, satélites y, si hay suerte, alguna estrella fugaz, es privilegio casi exclusivo del mundo rural. Las grandes ciudades se convierten durante la noche en focos luminosos visibles desde el espacio, cuya luz es parcialmente reflejada en la atmósfera, privando a su población de las maravillas del cosmos. El cielo nocturno es anaranjado si estás cerca de una gran ciudad, pero, progresivamente, las noches son cada vez más blancas.
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Es un gustazo enorme poder ver el cielo estrellado tal cual, estar tomando algo o reflexionando sin más luz que la de la Luna llena que, por cierto, impregna de encanto todo de un modo que te deja ensimismado.
Nuestra esencia humana nos lleva a estar con la Naturaleza.