Sole y Francisco tenían siete hermanos cuando nacieron del mismo parto, en abril de 1965; a Francisco le llevaron a la incubadora porque, dijo alguien, tenía que ganar peso. Durante dos semanas los padres se las arreglaban para verle sin dejar solos a los otros ocho, porque la niña Sole y su madre ya estaban en casa; era una de esas familias super numerosas que tanto gustaban a la dictadura, obsesionada con llegar a los 40 millones. Todo iba bien hasta que un día, cuando el padre fue a ver al hijo, le dicen que el niño ha muerto.
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