Un niño afgano sólo se parece a un niño español en su condición jurídica. Ambos están protegidos por la Convención sobre los Derechos del Niño. Pero su evolución psicoafectiva, su desarrollo físico o sociocultural apenas tienen que ver. Farshid Khojah Sediqui, de 13 años, cuidaba de las dos cabras familiares hace unos cinco meses cuando se tropezó con el soldado invisible más peligroso de Afganistán: una mina antipersona. Ni lo más viejos del lugar recordaban el último accidente de mina en su aldea.
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