El espectáculo que nos han dado con la Jura de la Constitución de Leonor, la heredera, ha sido difícil de tragar. A poco que hagamos un ejercicio de distanciamiento, de mirar desde fuera las horas de protocolo interminables, con miles y miles de euros de dinero público en forma de caballos, uniformes, motos, banderas, sombreros con plumas, el baldaquino de gala de la fachada del congreso de 215 kg, más banderas, el Rolls-Royce y toda la pompa, resultan bastante anacrónicos, con un tufillo medieval.
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