En los años entre la muerte de Escobar y el juicio de Guzmán, que comenzó esta semana, la guerra contra el narcotráfico continuó de manera torpe. Si se considera la captura de capos de la droga y la quema de toneladas de narcóticos, ha sido un éxito deslumbrante. En cambio, si se considera la reducción del número de estadounidenses que mueren por sobredosis o de latinoamericanos asesinados por las ganancias del contrabando de drogas, ha sido un fracaso rotundo.
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