Sus padres, Ana Sanmartín y Jesús Guerrero, ambos con discapacidad física y exjugadores de baloncesto en silla de ruedas, le inculcaron su predilección por el deporte. A pesar de las dificultades, no dudaron en acompañar a Irene a sus partidos, animándola desde las gradas y transmitiéndole el valor del esfuerzo y la capacidad de resiliencia, esenciales en su vida. Así, ellos se convirtieron en su inspiración y apoyo. Para ella son su “ejemplo de superación”.
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