Asumimos que los coches autónomos tan sólo representan mayor comodidad para el conductor, y que todo lo demás seguirá igual, pero lo que Millard-Ball nos recuerda es que nos enfrentamos a un problema de incentivos perversos. Y es que los coches vacíos se acumularán en las calzadas, dando vueltas por los alrededores de manera indefinida, porque eso resultará mucho más rentable que pagar por el estacionamiento.
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