La frecuencia con que se repiten los acontecimientos sin que seamos capaces de extraer lecciones es asombrosa. Se supone que vivimos en la edad del talento, de las generaciones mejor formadas de la historia, de la innovación y de otras grandes palabras y resulta que luego triunfan en los procesos electorales los seguidores de la emocionalidad y de las falsedades y que la gente prefiere la posverdad a los hechos comprobados. Que ambas tesis sean mantenidas sin contradicción por el 'establishment' político, económico y mediático ilustra bastante
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