La cosa se fue calentando y el dueño les pidió que dejasen de armar jaleo, ya que el resto de la clientela que ocupaba las mesas de alrededor se estaba sintiendo muy incómoda. Pero los jóvenes, lejos de cesar en su actitud, llegaron a preguntar irónicamente que si la sobrina del propietario –
de quince años– "era la putita del bar". "Les pedí por favor que no insultaran a la niña, que no les había hecho nada", se lamenta.
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