El modelo neozelandés se erige como alternativa al neoabolicionismo sueco y al regulacionismo alemán. El modelo neozelandés busca garantizar el acceso a derechos y mejorar las condiciones de trabajo. Esto incluye que la trabajadora cuente con herramientas legales para la denuncia de situaciones de explotación. Evita regular o cargar con imposiciones difíciles de cumplir a las que ofrecen servicios sexuales de forma autogestionada para favorecer su acceso a derechos y mitigar la aparición de un mercado ilegal paralelo.
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