Los fenicios no tomaron el sol en las playas de Salobreña. Ni los romanos en las de Motril. No porque entonces no estuviese de modasolejarse, sino porque sencillamente estas playas del Guadalfeo no existían. Hasta hace relativamente pocos siglos, el estuario que hoy forma el río Guadalfeo y sus ramblas asociadas era una bahía o ensenada de casi cuatro kilómetros de profundidad. Es decir, es bastante probable que los fondeaderos de naves fenicias llegasen hasta la actual zona de Lobres.
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