El transporte público es quizás uno de los servicios que deberían brillar por su diseño. No sólo en su identidad gráfica o por un tema estético o de bonito/feo (que también). Nos referimos a que debería estar proyectado con vistas a hacer la vida más sencilla al usuario. Es decir, contemplar sus señales, interfaces y sus campañas de comunicación, inclusive. Sin embargo, algo falla.
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